DIMENSIONES
El Aula del Futuro no es solo un espacio, sino que nace de la confluencia de varias dimensiones: el espacio físico, el mobiliario existente en este lugar, los recursos tecnológicos disponibles, los recursos didácticos que empleemos y las metodologías activas que se vayan a utilizar.
Todo lo anterior tendrá sentido teniendo en cuenta a los sujetos participantes en el proceso de enseñanza-aprendizaje: el profesorado, que realizará la función de guía y orientación en el desarrollo de las actividades; y el alumnado, verdadero protagonista del proyecto y eje principal sobre el que se debe articular todo lo demás.
El espacio debe adaptarse a la actividad de enseñanza-aprendizaje que se va a realizar y no al contrario. Un proyecto no tiene por qué contar con actividades en todas las zonas ni desarrollarse en un espacio restringido. La idea de adaptabilidad debe primar en todo momento: ubicaremos los espacios en función de lo que requiera la tarea. Aun así, es interesante diferenciar por zonas para que el trabajo del alumnado pueda desarrollarse de forma efectiva y para ello resulta muy interesante asignar espacios en función del trabajo que queramos llevar a cabo, como puede verse en la siguiente descripción.
El mobiliario influye significativamente en la manera en cómo se producen los aprendizajes. La forma en cómo nos sentamos, cómo compartimos los materiales o cómo presentamos la información condicionarán el modo en el cual el alumnado trabajará individual o colectivamente, más o menos motivado y con mayor o menor grado de concentración e implicación en la tarea.
Ni el espacios ni el mobiliario tendrían sentido sin unos recursos tecnológicos que permitan al alumno llevar a cabo las actividades planteadas. Gracias a ellos podemos llevar a cabo una mayor variedad de actividades y adaptar mejor el proceso de enseñanza – aprendizaje, pero en ningún momento deben ser el fin de las propuestas que se lleven a cabo en el Aula del Futuro. Un robot, un croma o un smartphone serán los medios que ayudarán al alumnado a mejorar su pensamiento computacional, su expresión oral a la hora de grabar en vídeo o su competencia digital para utilizar una aplicación.
El Aula del Futuro sería un espacio inerte, sin actividad, sin unos recursos didácticos que le den la debida utilidad. Las zonas, el mobiliario, la tecnología… todo cobra sentido cuando existen unos recursos pedagógicos que aprovechan todo su potencial. Es una constante retroalimentación, ya que éstos se ven favorecidos por la disposición de las zonas de aprendizaje y viceversa. Porque lo verdaderamente importante es el proceso de aprendizaje del alumnado, que se encarna realmente en el proyecto que vayan a realizar y en las actividades que les permitan adquirir nuevas habilidades y competencias.
Como los eslabones que forman una cadena, una dimensión no tiene sentido si no viene acompañada del resto. Es el caso de las metodologías activas, necesarias para que las actividades de enseñanza-aprendizaje se lleven a cabo de la forma más productiva posible en los espacios educativos, sobre todo enfocadas a la adquisición de las competencias clave. En este sentido, es importante no sólo la formación del profesorado, para que amplíen sus estrategias y sus recursos a la hora de organizar las tareas del aula, sino también del alumnado, que podrá ir adaptándose de forma progresiva a las nuevas actividades de aprendizaje.
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